16 de agosto de 2011
Mermelada de pena.
Exasperantes. Así son los recuerdos. Tan nítidos como si los estuviera viviendo de nuevo, tan vivos que incluso si me esfuerzo un poco aún puedo notar cómo me abraza fuerte. Y eso es todo lo que me queda, recuerdos (y cerveza) Quisiera dejar de perder mi cabeza entre los botones de su camisa, pero no puedo, al menos, no de momento. Cuando sea capaz de olvidar cómo besaba, cómo sabía, cómo olía, entonces quizás, y sólo quizás pueda sonreírle a otros. Por ahora hago mermelada con los recuerdos y los guardo en tarros en el estante más alto, para que cada vez sea más difícil dar con ellos.
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