17 de febrero de 2012

Con la máscara en la mano

Papel maché, cajas de cartón, monos de colores, gafas extravagantes, cascos, mordedores, hombreras, sombreros, maquillaje, pelucas. Todo para el carnaval. Todo para la fiesta que marca un antes y un después en mi año. Todo para el festejo que esta vez no podré vivir donde quiero.
Estoy aprendiendo muchas cosas, conociendo a mucha gente, aprovechando para conocerme un poco mejor a mi, pero el sentimiento de opresión por no poder estar ahí está siempre presente. Cada mañana cuando me levanto, me miro en el espejo hecho añicos y me pongo mis ropas con jirones y trato de convencerme de que ésta será una gran experiencia. Estoy ampliando mis horizontes, aprendiendo a ser más crítica a la par que más permisiva con los otros. Me doy cuenta de cómo es el mundo más allá de lo que eran mis 4 paredes rocosas. Pero echo de menos mis paredes, el moho, la cerveza, las salidas nocturnas sin hora de regreso. Es difícil acostumbrarse a esto, pero lo haré, se me da bien adaptarme. Eso, y hacer reflexionar a la gente. Ah, y también fracasar.

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