Papel maché, cajas de cartón, monos de colores, gafas extravagantes, cascos, mordedores, hombreras, sombreros, maquillaje, pelucas. Todo para el carnaval. Todo para la fiesta que marca un antes y un después en mi año. Todo para el festejo que esta vez no podré vivir donde quiero.
Estoy aprendiendo muchas cosas, conociendo a mucha gente, aprovechando para conocerme un poco mejor a mi, pero el sentimiento de opresión por no poder estar ahí está siempre presente. Cada mañana cuando me levanto, me miro en el espejo hecho añicos y me pongo mis ropas con jirones y trato de convencerme de que ésta será una gran experiencia. Estoy ampliando mis horizontes, aprendiendo a ser más crítica a la par que más permisiva con los otros. Me doy cuenta de cómo es el mundo más allá de lo que eran mis 4 paredes rocosas. Pero echo de menos mis paredes, el moho, la cerveza, las salidas nocturnas sin hora de regreso. Es difícil acostumbrarse a esto, pero lo haré, se me da bien adaptarme. Eso, y hacer reflexionar a la gente. Ah, y también fracasar.
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