Un mes en el exilio. Un mes sin más inspiración que el gélido aire de las mañanas friulanas, sin más motivación que portarme bien para que me dejen regresar a casa y sin más ganas de vivir que las que me aporta el mero hecho de pensar que mañana puede ser un buen día (bendita inocencia) Ha sido un mes montaña rusa, como casi siempre y como nunca. ¿Me he arrepentido? Sí, de muchas cosas, pero no del exilio. Me va bien aunque todos mis recuerdos aquí plasmados tengan un tono agridulce. Sigo siendo yo, un poco más ocupada, un poco más estresada, y a veces, quiero pensar, que un poco más feliz. Pero no nos engañemos, mi felicidad dura tanto como el avistamiento de una estrella fugaz. Siempre aparece algú meteorito que lo jode todo. Por suerte, queda menos para que paguen mi fianza y me dejen volver al hogar, al frío y mohoso lugar del que quizás, no debería volver a salir. La experiencia será positiva, me lo repito, me lo repiten, y hoy aún tengo fuerzas para creérmelo.
Y puede que incluso para olvidar.
Ya va quedando menos.
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