20 de febrero de 2013

10+1

Aún me queman la mirada todas las lágrimas que derramé aquellos días. Todavía siento los pinchazos de dolor en el pecho. Las imágenes que se lanzan al pensamiento son nítidas como cristales afilados. Es como si todo hubiera sucedido ayer aunque a veces se me pase por alto. Pero no lo olvido, sólo he aprendido a vivir con ello. Con el temor, con el dolor, con los recuerdos, con las ganas de llorar, con echarles de menos. Algunos días es más duro, como cuando abro un paquete de galletas y huele a él, o cuando entro en su habitación y las fotos han desaparecido de la mesita. Es complicado llenar un vacío tan grande, de hecho diría que es imposible, es como si algún demenciado tratara de rellenar el Gran Cañón de Colorado con granos de arroz. Nunca nada es suficiente. Sólo aspiro a ser la persona que ellos esperaban que fuera, a ser la mitad de buena de lo que ellos eran. Aunque duela.



Las galletas de coco siguen igual de buenas.

11 de febrero de 2013

P.T.V.

Probablemente, él ni se imagina lo que suponen sus esfuerzos, sus ganas, su entusiasmo, sus ideas locas, sus planes absurdos, sus sorpresas, su cariño. Él sacó de 2 meses lo máximo a lo que se podía aspirar, y desde entonces no ha parado de sacarme sonrisas, no ha parado de intentar hacerme reír.  Como él, por suerte o por desgracia hay pocos. Y como siempre, nunca se lo he dicho. Lo importante que es que esté siempre ahí, esperando impaciente que le sorprenda yendo a buscarle por los pasillos de la universidad. Lo único que me ata a ese oscuro lugar. Gracias por todo mozucu, y por esos intentos de traer nieve en días de verano.

8 de febrero de 2013

Reentry

Esa satisfacción de llegar a casa agotada, rendida, mirando a la cama desde el viejo ordenador con ansia viva. Esa sensación de sentirte realizada, de que esa parte de ti que creías perdida a vuelto a su lugar. Esa sonrisa auténtica que vuelve para quedarse. Esa seguridad en ti misma. Esa pasión que poca gente entiende.  Esa felicidad de volver a hacer sonreír a la gente, de darles un poquito de felicidad cuando todo se tuerce, de ser ese oído que necesitan o ese hombro sobre el que llorar. Por eso estoy allí, por eso nunca me quiero ir. Ése es mi sitio. Eso es lo que me ha faltado todos estos meses. Vuelvo a estar completa. Y cada día me gusta más sentirme así.

El olor a desinfectante. Los timbres. Las bombas. El esparadrapo.
Pura magia cuando salen por la puerta.
El hospital, mi segunda casa.