Las galletas de coco siguen igual de buenas.
20 de febrero de 2013
10+1
Aún me queman la mirada todas las lágrimas que derramé aquellos días. Todavía siento los pinchazos de dolor en el pecho. Las imágenes que se lanzan al pensamiento son nítidas como cristales afilados. Es como si todo hubiera sucedido ayer aunque a veces se me pase por alto. Pero no lo olvido, sólo he aprendido a vivir con ello. Con el temor, con el dolor, con los recuerdos, con las ganas de llorar, con echarles de menos. Algunos días es más duro, como cuando abro un paquete de galletas y huele a él, o cuando entro en su habitación y las fotos han desaparecido de la mesita. Es complicado llenar un vacío tan grande, de hecho diría que es imposible, es como si algún demenciado tratara de rellenar el Gran Cañón de Colorado con granos de arroz. Nunca nada es suficiente. Sólo aspiro a ser la persona que ellos esperaban que fuera, a ser la mitad de buena de lo que ellos eran. Aunque duela.
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