19 de octubre de 2011

Cuestión de cambio.

Me gustan todas las palabras que empiezan por i. Bueno, me corrijo, todas excepto una: imposible (y todas las palabras derivadas de ésta, claro está) No es que me parezca una palabra morfológica o estéticamente fea, simplemente no me gusta lo que representa, al menos en mi mundo. Me han enseñado que no hay cosas imposibles, tan sólo improbables. Me gusta pensar que hay cosas que puede que jamás consiga, pero también disfruto con esas ensoñaciones matutinas en las que consigo cosas que para muchos serían impensables, porque ellos lo consideran un imposible. En mi mundo todo es probable e improbable: ganar un millón de euros, viajar por todo el globo terráqueo, conseguir el trabajo de mis sueños, lograr segundas oportunidades, recuperar cosas que creías perdidas. Cambia los imposibles por improbables y verás como el mundo vuelve a coger color.



Pero tampoco obsesionarse con una ligera probabilidad es bueno.

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