Los días transcurren monótonos, sin cambios. Por aquí todo sigue igual, la gente sigue con su vida aburrida y sin sobresaltos. Las horas se suceden sin dar tregua al paso del tiempo, es inexorable, y así debe ser. Y mientras yo, aquí, te espero sentada, donde nunca sale el sol y los días siempre son atardeceres, porque me gusta la noche, es el momento en el que todo pasa y todo se olvida.
Con suerte, pronto dejaré atrás esta monotonía
para sumirme en lo más profundo de lo que, espero sea, una vida envidiable.
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