Ese temblor muscular que hacía tiempo que no sentía. Esas mariposas en el estómago
que siempre me han dado ganas de echar a volar cual hoja mecida por la brisa
otoñal. Las lágrimas que se reisten a brotar, pero que ahí están, al acecho. Los
sentimientos a flor de piel como siempre debería ser. Soy una persona poco cariñosa,
es cierto, no me gusta demostrar lo que siento, no me sale, no va acorde con alguna de
mis múltiples personalidades (aún no he descubierto con cuál), pero hoy, hoy no voy a
escatimar ni en besos ni en abrazos. No voy a dejar pasar ni un sólo momento en el
que pueda sacarle una sonrisa a alguien como me gusta hacer siempre. Hoy es un día
diferente, es un día más alegre que todos los de estos últimos meses en el exilio.
Vuelvo a tenerle a más de 2000 km. pero ¿sabes qué? Ahora ya no duelen tanto, ni
su presencia ni su ausencia, aunque ahí siguen esas ganas locas de ser la que
desvía sus pensamientos y la que le atrae de nuevo a la tierra. Pero esperaré hasta
que me canse de hacerlo. Paciencia, eso sí que me sobra.
Pero volvamos a lo importante, a la gente que vuelvo a tener a tiro de piedra.
Volver a los viernes de kebaba y Filan, a los sábados sin sentido, a los domingos
de cafés y confesiones, a los lunes de apuntes y balances fáunicos, a las semanas
eternas con la cabeza echando humo y con ella soplando para que vea lo lindo
que es el día. A todos vosotros, a los que me habéis hecho comprender, que a pesar
de lo que he dicho siempre, puedo llegar a ser importante en la vida de alguien.
Gracias. Por lo que ha sido, lo que es y lo que será. Os quiero, sin remedio.