10 de junio de 2011

El principio del fin

Dementes, perturbados, desequilibrados, alienados, chalados, lunáticos, chiflados, maniáticos, trastornados, enajenados...locos al fin y al cabo. O así como decía Luca de Tena, los conocidos renglones torcidos de Dios. Aquellos que ven el mundo con otros ojos y lo acarician con otras manos. Algunos mansos y otros salvajes. Dominantes y dominados. Pero ¿qué exactamente les hace locos? ¿Dónde marcamos el límite de la locura? Poner una línea entre lo que está dentro y fuera de las normas sociales, de los comportamientos "normales" no me parece tarea fácil. Porque, mis queridos amigos, quiénes somos nosotros para juzgar al resto. Nadie.
Pues pensemos un instante, ¿no es acaso la locura un estado transitorio del que se puede salir? Pues si consideramos el creernos reyes de un cuento medieval caduco, ¿por qué no también el amor que es pasajero? ¿O la alegría? ¿O la felicidad? Saben perfectamente de qué les hablo. Todos, y no traten de engañarme bajando la mirada, nos hemos sentido un poco locos alguna vez. Pero no, no, esperen, no se avergüencen, porque en la locura está la gracia de la vida.

*Suena una señal de alarma*

Yo me despido ya. Mucho han tardado en darse cuenta de la huida esta vez.

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