6 de diciembre de 2011

Días grises, que se levantan con viento del norte y lágrimas del sur. Ese tipo de días en los que pareces haberte levantado con los dos pies izquierdos, con la estrella que te guía guardada en un cajón. Esos en los que las noches influencian el resto de momentos. Momentos de pensar, de decir "¿Qué cojones estoy haciendo con mi vida?", de maldecir todo lo dicho y lo que quedó por decir, de preguntarte si realmente algo de esto vale la pena, porque empiezo a creer que no.



No es cierto eso que dicen
de que el amor es ciego. 
El amor es simplemente un juego,
un juego de gilipollas.
Y la mayoría de las veces
es mejor no empezar a jugar.

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