30 de diciembre de 2011
Nadie nace con el camino aprendido.
He cambiado el chocolate blanco por el turrón de Suchard, y la cerveza negra por la sidra El Gaitero. He cambiado el hospital por la piscina, y la universidad por la biblioteca. He cambiado mi ordenador de sobremesa por este precioso portátil rojo. Son pequeños detalles, sutiles diferencias en una vida monótona y gris. He cambiado cosas, pero no me han cambiado. Sigo creyendo en el nosotros, en el chocolate blanco y las cervezas después de revolcarme en tus sábanas, sigo pensando en despertar a tu lado e irme a dormir sobre tu espalda. Creo que me he vuelto un poco más loca desde que sé que la distancia de tu cama a la mía algún día será mínima, que los roces de palabras con el café y los susurros de miradas en el pasillo serán continuos, que las duchas de sonrisas serán sinceras. Creo que debería empezar a automedicarme de nuevo, o intentar escapar otra vez. No sé, dentro de 1 día decidiré hacia dónde avanza mi destino.
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